El desafío de democratizar la inteligencia artificial

El desarrollo de la inteligencia artificial plantea algunas dudas sobre su control, regulación y efectos sobre la vida cotidiana. ¿Por qué debemos pensar en su democratización?

A lo largo de la historia industrial y tecnológica mundial, los Estados han sido grandes promotores del desarrollo científico y técnico que nos trajo hasta donde estamos hoy. Sin embargo, con el avance de la llamada Cuarta Revolución Industrial y el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) nos encontramos frente a un nuevo panorama.

La acelerada y exponencial marcha de los cambios respecto a la IA en los últimos años, a diferencia de lo antes mencionado, es impulsado por grandes compañías privadas. A ello se suma un complejo entramado de innovación que incluye la automatización de los procesos productivos, el internet de las cosas y los desarrollos de big data, entre otros.

Es indudable que la innovación tecnológica impulsa beneficios para la calidad de vida de las personas. La IA no es la excepción, sino que está siendo empleada para intervenir en un número creciente de ámbitos e industrias. Desde el campo de la salud, la educación o los medios de transporte; hasta el mundo de las finanzas, la toma de decisiones políticas o los complejos industriales-militares, entre otros.

Sin embargo, en un contexto de interdependencia global signado por múltiples crisis, el debate sobre los efectos de la IA apenas ha comenzado. En ese sentido, los desafíos son tantos como ámbitos de aplicación puedan imaginarse para estas tecnologías.

Asumir las dicotomías (para no quedar atrapados en ellas)

En medio de la discusión por el futuro de la IA (que en el fondo también es una discusión por el ser humano mismo), las opiniones optimistas contrastan en igual medida con las más pesimistas. Planteado de ese modo, es posible la emergencia de posiciones que sostengan que la IA mejorará nuestra vida, mientras otras sostendrán que son el preludio de nuestra autodestrucción.

Las proyecciones utópicas (optimistas) y distópicas (pesimistas) puestas de este modo, nos obligan a pensar en términos deterministas absolutos. Parece no haber matices en estos enfoques. Por otra parte, es a partir de estos principios que emerge una serie de dicotomías funcionales a estas propuestas discursivas.

Automatización versus empleo. Ética versus avance tecnológico. Transparencia versus propiedad intelectual. Beneficios sociales versus concentración del poder. Seguridad versus riesgo. Responsabilidad versus autonomía. Equidad versus desigualdad.

Sobre ellas y otras tantas, no es posible negarlas o denunciar su falsedad a la ligera. En un sentido contrario, deben asumirse como hitos en el debate por el futuro humano. Reconocerlas supone discutirlas y brindar respuestas a cada una de ellas. Ahora bien, lo que debemos cuestionarnos es si nos estamos proponiendo las preguntas adecuadas para las respuestas que buscamos.

Una IA humana y democrática

En el año 2021, la UNESCO emitió un documento de recomendaciones sobre los impactos éticos de la IA en el mundo. Este es el primer registro de los intentos globales por discutir la cuestión e intentar congeniar intereses económicos, políticos y sociales.

Como objetivo central del informe, la UNESCO señala la necesidad de “poner los sistemas de IA al servicio de la humanidad, las personas, las sociedades y el medio ambiente y los ecosistemas” a través de la promoción del uso pacífico de estas tecnologías.

Ahora bien, la pregunta de fondo que puede ayudarnos a superar las dicotomías tiene que ver con pensar qué es lo que nos hace humanos. Del modo en que respondamos a ello dependen las estrategias de desarrollo para la IA.

Si la respuesta es la búsqueda incesante de la eficiencia, podríamos estar conduciendo nuestro futuro por un callejón bastante estrecho. En cambio, si creemos en que nuestra humanidad es esencialmente reflexiva y nos permite dudar, el horizonte se nos presenta más amplio.

La respuesta será política siempre. Lo que debemos apoyar es que además de política sea democrática y democratizadora.

La democracia, como sistema de libertad e igualdad está en permanente tensión y bajo amenaza. La IA es una hipótesis de amenaza democrática, que puede condicionar nuestra libertad en los modos de relacionarnos interpersonalmente. No faltan quienes sostienen que vamos en camino de una pérdida de la capacidad de ser y estar con otros, cambiándolo por un interactuar automatizado con las máquinas.

Por otra parte, el desarrollo de la IA converge con el desafío de la igualdad. Deben gestarse los consensos y acuerdos necesarios para una innovación con justicia social. Esto no es ni más ni menos que la oportunidad de acceder a los beneficios del desarrollo. De lo contrario, seguiremos reproduciendo las históricas lógicas de dominación de unos sobre otros.

Democratizar, por último, implica la posibilidad de dar el poder a la ciudadanía. Garantizar la seguridad y privacidad de sus datos, que cada quien sea propietario y responsable de su utilización, así como limitar las tendencias oligopólicas, pueden ser un primer paso en el sentido correcto.

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