OTAN ¿pero a qué costo? Los esfuerzos de Finlandia y Suecia para ingresar a la alianza del Atlántico Norte

A mediados de 2022 Suecia y Finlandia iniciaron un camino conjunto con el objetivo de ingresar en la OTAN. Las motivaciones, los obstáculos y los posibles escenarios.

El presidente finlandés Sauli Niinistö (izquierda) junto al presidente turco Recep Tayyip Erdogan (derecha), el pasado 17 de marzo durante una reunión por el ingreso de Finlandia a la OTAN. Ankara, Turquía.

En el contexto de la guerra entre Rusia y Ucrania que ya lleva más de un año, Suecia y Finlandia abandonaron su neutralidad histórica y decidieron iniciar una estrategia conjunta para ingresar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). En julio de 2022 ambos países realizaron el pedido formal para comenzar a integrar la alianza, fue este el primer paso de un largo trayecto que, a medias, está a punto de concretarse.

Desde un aspecto formal o institucional, el artículo 10 del Tratado de Washington indica que la incorporación de nuevos países a la alianza defensiva requiere de la aprobación unánime de los Estados miembros. Y es en este punto donde se ubica el mayor obstáculo al que se enfrentaban los gobiernos nórdicos.

Durante meses, la adhesión de Suecia y Finlandia fue impedida por el veto de Turquía, quien acusaba a ambos países europeos de brindar protección y asilo a grupos militantes kurdos del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), considerados terroristas por Ankara. La firmeza de la postura turca puso en jaque la estrategia conjunta del gobierno sueco y finlandés.

El 28 de junio de 2022 los tres países firmaron un memorando conjunto en el que Suecia y Finlandia se comprometían a tomar medidas legales para limitar el accionar de los grupos kurdos, así como avanzar hacia la cooperación trilateral en materia de extradición a Turquía. Además, se incluyeron ciertos puntos referidos a levantar los embargos de armas impuestos sobre Ankara.

Posterior a ese primer paso, el 5 de julio se firmaron los correspondientes protocolos de adhesión. Sin embargo, el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan mantuvo pendiente la decisión final de incorporación por supuestos incumplimientos del memorando previo.

Las negociaciones estuvieron y continúan estando marcadas por idas y vueltas. Turquía se ha mostrado abierta a levantar el veto, siempre y cuando se cumplan las condiciones del acuerdo de junio de 2022; mientras que Suecia y Finlandia han tenido que poner a prueba su capacidad de ceder frente a lo que sus gobiernos entienden como una necesidad respecto del ingreso a la OTAN.

De la neutralidad de buenos modales al pragmatismo estratégico

Tanto Suecia como Finlandia se han caracterizado por una histórica postura neutral frente a los conflictos regionales y hemisféricos desde, al menos, la década de 1990 en el caso de Finlandia y desde el siglo XIX respecto a Suecia. Esta tradición, en tiempos recientes, estuvo siempre apoyada por la opinión pública local y un relativo consenso entre las fuerzas políticas gobernantes. Otro de los factores de esa política podría analizarse bajo la postura pacifista de ambos Estados durante las últimas décadas, en una región que no resultaba denodadamente hostil hasta hace poco tiempo.

Con el estallido del conflicto entre Rusia y Ucrania, la cercanía geográfica, las hipótesis de conflicto nuclear, la amenaza de una guerra de larga duración y la variación en la opinión pública respecto a las políticas de defensa, Suecia y Finlandia pusieron en marcha un cambio de estrategia. Quizás podríamos decir que estamos frente a un momento de pragmatismo estratégico.

En cierto modo, abandonar la neutralidad no es una decisión libre de costos, más aún teniendo en cuenta el derrotero de las negociaciones para ingresar a la OTAN, como veíamos anteriormente. El cambio en una tradición de décadas y siglos constituye todo un mensaje para los tiempos actuales. Por una parte, aporta nuevos argumentos a la estrategia de Occidente respecto de Rusia; por otro lado, refuerza las hipótesis ligadas a cierto regionalismo de defensa como (¿garantía?) para la paz.

Desde un plano analítico sobre los costos, estos quedan evidenciados en dos cuestiones principales. La primera tiene que ver con cierta pérdida de autonomía y capacidad de decisión que tanto Suecia como Finlandia podrían perder una vez dentro de la alianza defensiva. Cuestión que se compensa, en parte, por la propia seguridad militar que brinda el grupo de los países de la OTAN en un contexto de amenaza latente en Europa del este.

En segundo lugar, pero derivado del primer punto, pertenecer implica acordar o al menos compartir espacios de negociación con gobiernos con los cuales, de otro modo, no hubiera podido concebirse. Es el caso de Turquía que mencionábamos anteriormente, sobre quien recaía un bloqueo armamentístico por parte de los nórdicos al cual se comprometieron a ceder para evitar el veto de ingreso.

Además de Turquía, también está en debate la aprobación de Hungría. En términos democráticos y de concepción sobre las libertades políticas, podría decirse que Helsinki y Estocolmo se encuentran en la avenida de enfrente de Ankara y Budapest.

Bifurcación y logro a medias

Erdoğan aseguró días atrás que Finlandia había logrado los cambios necesarios de acuerdo a los pedidos de Turquía como condición para aprobar su ingreso a la OTAN. Lo mismo no ocurre con respecto a Suecia, donde, entre otros hechos, durante el mes de enero un grupo de manifestantes concretó la quema de un Corán frente a la Embajada Turca en Estocolmo.

Las dificultades en el proceso de incorporación llevaron a los gobiernos nórdicos a tomar posturas individuales, dejando de lado la estrategia común inicial. El 1 de marzo, Finlandia trató y aprobó por adelantado su ingreso a la OTAN, dejando el camino allanado para cuando estuviera acordado el visto bueno de Turquía y Hungría (en este último está previsto su tratamiento el 27 de marzo).

Por su parte, sumado a la rápida acción parlamentaria de la premier finlandesa Sanna Marin, el presidente del gobierno Sauli Niinistö se reunió con su par turco el pasado 17 de marzo. En ese marco, Erdoğan confirmó que Ankara dará el visto bueno para su incorporación a la alianza.

Suecia, por su parte, ha quedado rezagada en las negociaciones. El gobierno sueco manifestó que la intención de formar parte de la OTAN continúa vigente y que confían en que ocurra dentro de los próximos meses. Lo cierto es que, lo que debía ser una estrategia conjunta de abandono de la neutralidad y consecución de resultados colectivos, está más cerca de convertirse en un camino solitario marcado por la relación bilateral con el gobierno de Erdoğan.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.