Crear capital humano para el desarrollo

Por Rafael Velazquez

Licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales

Director Ejecutivo de la Fundación Pro Humanae Vitae

Es posible hacer un mundo mejor? Si. La respuesta es simple, la planificación compleja y la ejecución un acto de valentía, en un mundo en convulsión donde los conflictos geopolíticos, las armas de destrucción masiva, el terrorismo y las pandemias son palabras de uso corriente; Estamos deambulando en épocas de transición entre contextos de cambio cultural profundo, intentando sobreponernos a nuestros propios límites personales y sociales como una comunidad que se interpela permanentemente sobre cuál es la mejor manera de ser superiores. Cervantes decía que ningún hombre es superior a otro… hasta que hace más que otro; desde la dignidad de la persona humana, somos todos iguales, pero no todos tienen la misma responsabilidad, de esto se desprende que debemos elegir muy bien que caminos deseamos seguir en nuestras vidas y que costos estamos dispuestos a pagar para ser plenos, ser útiles a la comunidad que nos acoge y nos contiene.

Este proceso a veces es solitario por elección o por condición, otras veces se hace colectivo y ahí comienza la maravilla del proceso de cambio real que se cimienta y nos permite pasar del idealismo utópico al idealismo pragmático, como decía el ilustre pensador argentino José Ingenieros. Ese cambio que no es solo fantasía o una charla de café, es una acción que comienza a mejorar la vida de las personas, que las ayuda a soñar, a realizarse, a ser mejores, es un proceso que nos impacta a todos y nos permite descubrir en el otro, en el prójimo lo mejor de nosotros mismos.

Esa donación múltiple en el marco social, es la materia prima, el insumo básico y esencial del desarrollo de los pueblos, lo que ha hecho que las locuras de unos, sean progreso para muchos.

En nuestra ciudad se está forjando un germen muy particular integrado por el carácter de bondad de grandes grupos sociales, políticos sin distinción de partidos, académicos, empresariales, de la sociedad civil, que saben que podemos y tenemos que recuperar la “pretensión de ser”, de ser capital, de ser ciudad de idealistas, de ser una ciudad pujante que puede y desea soñar, que tiene una visión de inclusión no como dadiva o limosna, sino como un reconocimiento de derechos, una ciudad de iguales.

En este camino la articulación publico privada es una estrategia indiscutible a la hora de planificar el crecimiento y desarrollo con inclusión, la ciudad de La Plata está cambiando, la sociedad civil y el sector privado están tomando un fuerte impulso para tomar su rol en la nueva visión signada por el concepto de crecimiento colegiado y consensuado.

La retorica de nuestros líderes políticos, en todos los niveles, nacional, provincial y local refrenda esta visión, solo hay una salida hacia el desarrollo que es con inclusión social, respetando a la persona humana, participándolo como ciudadano activo y consciente de sus deberes para con la ciudad y sus habitantes, y distribuyendo los esfuerzos para tal desafío. Esto dará como resultado el empoderamiento de los diferentes actores sociales, y lejos de una mirada mezquina y egoísta de suponer que una sola persona puede encarnar el cambio, se producirá la alquimia social que nos permitirá materializar los avances en acciones reales, concretas y visibles, que permitan no solo solucionar problemas reales, sino servir de ejemplo a otros ciudadanos.

El principio de subsidiaridad, por el cual “un asunto debe ser resuelto por el actor social más cercano al objeto del problema”, emanado de la Doctrina Social de la Iglesia, nos dice que lo que pueden hacer los privados, el estado debe no solo, no interferir o detener, sino apoyarlos para potenciar el bien común, también tiene su lógica desde la economía, cuando los privados desean aportar para el desarrollo comunitario, se produce un ahorro sistémico en las erogaciones del Estado, mismas que pueden ser usadas para otros fines de política pública, en beneficio de muchos.

De esta manera, Estado, sector privado y sociedad civil trabajando juntos logran objetivos que por separado serian imposibles, irrealizables o significarían un alto e innecesario costo para las arcas públicas.

Con esta metodología de trabajo conjunto, que requiere humildad, generosidad e inteligencia puesta al servicio del bien común, podemos brindarle a los más jóvenes y a aquellos que se sienten excluidos, accesos y oportunidades para que elijan ser mejores y no peores, esa es la responsabilidad de todo aquel que pueda hacer algo más, que mirarse a sí mismo.

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