Celeste Saulo, la argentina que hace historia en la ONU
La científica argentina Celeste Saulo fue elegida como nueva Secretaria General de la Organización Meteorológica Mundial. La necesidad de convergencia entre su compromiso y la recepción de las naciones para afrontar los desafíos globales. Al final, un comentario personal
Licenciada en Ciencias de la Atmósfera, doctora en Ciencias Meteorológicas, investigadora del Conicet, desde 2014 directora del Servicio Meteorológico Nacional de Argentina, vicepresidenta primera de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) desde 2019. La Dra. Celeste Saulo fue electa el pasado 1° de junio como secretaria general de la OMM.
Será la primera vez que el organismo encargado de las cuestiones meteorológicas, hidrológicas y climáticas relacionadas de las Naciones Unidas sea presidido por una mujer. Además, será la primera persona latinoamericana en ocupar ese puesto.
La elección, celebrada en el marco de la asamblea anual del organismo que nuclea a 193 Estados y territorios, finalizó con un contundente resultado. Saulo obtuvo 108 votos frente a los 37 que recayeron sobre su contendiente inmediato.
Qué hacer cuando no hay plan B
En una entrevista brindada a la agencia AFP, Saulo reiteró su preocupación por los fenómenos ocasionados por el cambio climático. “No hay plan B”, sostuvo al hablar de posibles salidas frente a la problemática de emisión de gases de efecto invernadero. Ante ello, no hay soluciones milagrosas que reviertan las consecuencias de la crisis, la respuesta “somos nosotros”, afirmó.
El compromiso de la OMM y de quien asumirá su Secretaría General en enero de 2024 estará atravesado por un contexto cada vez más preocupante. Según el último informe sobre el estado del clima mundial de la propia OMM, resultará casi imposible, en los próximos años, cumplir con las metas de temperatura global establecidas por el Acuerdo de París que fueron fijadas en 1,5°C respecto al periodo preindustrial.
En el año 2022 la temperatura media planetaria se situó 1,15°C por encima de la media del periodo 1850-1900. Mientras que entre 2015 y 2022 se sucedieron los años más cálidos desde que se tiene registro. En ese orden, hay altísimas probabilidades de incumplir con las metas del Acuerdo de París y, además, de que los próximos cinco años marquen nuevos récords de temperatura.
Para Saulo, al igual que para un grupo importante de expertos, el cambio climático ha dejado de ser cambio y se convirtió en crisis. Hace tiempo ya que no se habla de reversión sino de mitigación de los efectos de este fenómeno. Aparentemente estamos en el umbral de un punto de no retorno.
Mantener los niveles de contaminación y de emisión de gases nocivos para el medioambiente, así como la inacción y la falta de políticas intensivas y sostenidas para reducirlos nos conducen a los peores escenarios posibles. Y es esa misma inacción la que nos conduce a un callejón sin salida en términos climáticos y ambientales.
Quizás alguien podría objetar este punto y, con mucha razón, señalar la desigual responsabilidad de los Estados y las naciones sobre este problema. Dirá que los países industrializados del llamado primer mundo son los principales responsables de la crisis climática. Y en cierto punto, podrá comprobar con cifras estadísticas fiables que esos mismos países industrializados son también los mayores emisores de gases de efecto invernadero, por mencionar un aspecto del problema.
También podrá cuestionar que esos mismos Estados son los que cuentan con mayores recursos para enfrentar las consecuencias de la crisis climática. Además, contarán con capacidades más afianzadas para implementar políticas de mitigación o de respuesta ante fenómenos climáticos imprevistos. Y quien sostenga eso tendrá, una vez más, la razón sobre lo que argumenta.
Entonces, ¿cómo enfrentar la crisis? Ese es el enigma que debe resolver y sobre el cual deberá trabajar la OMM durante los próximos años. Hay estrategias diagramadas, hay metas consensuadas, hay objetivos planificados. La cuestión radica en la medida en que todo ello pueda cumplirse efectiva y equitativamente.
El desafío es doble. Por una parte, la OMM tiene la responsabilidad de apoyar a los países menos desarrollados o los llamados Estados de ingresos medios y bajos para que puedan mejorar sus sistemas de prevención y de respuesta ante fenómenos climáticos. Son estos pueblos los que sufren sus consecuencias más graves.
Al mismo tiempo, mejorar las capacidades de medición de indicadores climáticos e hidrológicos a nivel planetario. Asimismo, y empezando por los países industrializados, consolidar las estrategias de reducción de gases de efecto invernadero y la transición hacia energías limpias y renovables no sólo dentro de sus territorios nacionales sino también con una perspectiva global y estratégica.
Bonus track (un comentario personal)
Días atrás recibí un regalo poco convencional que me condujo a reflexionar sobre el impacto de la crisis climática en planos difíciles de dimensionar para alguien que, al igual que yo, es ajeno a la vida submarina. Llegó a mis manos una pequeña pieza de coral.
¿Sabías que los arrecifes de coral son uno de los ecosistemas más diversos y biológicamente complejos del mundo? Según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, el 25% de la vida submarina depende de ellos. Además, los arrecifes proveen alimento y protección natural a las poblaciones costeras, así como ingresos por turismo y pesca.
Una de las mayores amenazas para estos ecosistemas es el aumento de temperatura de los océanos (otra de las consecuencias de la crisis climática). Este calentamiento hace que se pierdan nutrientes en las aguas, afectando a una serie de algas microscópicas que sirven de alimento para los corales. Sin ello, los corales pierden sus colores característicos y si esto persiste ocasiona su muerte. Este es un fenómeno que se extiende de manera silenciosa.