Ecuador y Lasso, en el purgatorio

Ecuador atraviesa un momento de incertidumbre política marcada por la disolución del poder legislativo y la finalización adelantada del mandato presidencial

Guillermo Lasso, presidente de Ecuador. El pasado 17 de mayo declaró el cierre de la Asamblea Nacional ecuatoriana, decisión que también implica el fin de su propio gobierno, algo que se conoce como “muerte cruzada”.

Durante el año 2022, la Asamblea Nacional de Ecuador intentó activar un proceso de juicio político al presidente Guillermo Lasso. En aquel momento, las fuerzas políticas que lo impulsaban no contaban con los votos necesarios para lograrlo.

Entre los meses de abril y mayo de este año, las intenciones de un nuevo juicio al presidente se reactivaron y días antes de su inicio, Lasso resolvió disolver el Congreso y poner fin a su propio mandato. Este mecanismo, que coloquialmente se conoce como muerte cruzada, es un capítulo más (el final) para un gobierno que no pudo construir legitimidad en el ejercicio del poder ni hacer frente a los desafíos del contexto social local.

De riesgo, pero jugada al fin

El 17 de mayo pasado, poco antes de cumplir dos años en el poder, el exbanquero nacido en Guayaquil emitió un decreto que activó el artículo 148 de la Constitución ecuatoriana para disolver la Asamblea Nacional. Todo bajo el fundamento de una “grave crisis política y malestar interno”.

Desde el plano institucional, las consecuencias de esta decisión son prácticamente inmediatas. El hecho de que el palacio legislativo haya amanecido custodiado por un cordón policial a la mañana siguiente da cuenta de ello. Asimismo, el efecto es doble, puesto que implica que el mismo Lasso debe abandonar su cargo en plazo de unos pocos meses.

Mientras esto ocurre, se convocará a elecciones generales extraordinarias (la fecha ya ha sido fijada para el 20 de agosto próximo). Los representantes electos de esa contienda deberán finalizar el mandato actual hasta 2025. Hasta entonces, el presidente Lasso tendrá la posibilidad de gobernar por la vía de decretos, que deberán ser refrendados por el Poder Judicial.

A día de hoy, parece no haber motivos para que la justicia deniegue la iniciativa presidencial. Por lo mismo, los sectores opositores advierten sobre la posibilidad de que el presidente Lasso emita decretos sobre temas controversiales y que podrían marcar la suerte del próximo gobierno.

La democracia: una cosa que “se construye”

En un artículo anterior reconocíamos la precariedad del acuerdo democrático en América Latina como posibilidad para contener los discursos de odio y la violencia política. Propusimos la idea de la democracia como una página en blanco, sobre la cual escribimos y reescribimos su significado permanentemente.

En un sentido similar, el entramado institucional de la democracia ecuatoriana parece suscribir esta idea. Y aquí se conjuga una variedad de factores igualmente importantes: la fragmentación política, la polarización y la legitimidad del gobierno.

La fragmentación del sistema de partidos ha sido largamente teorizada y en la práctica suele suponer la imposibilidad de lograr acuerdos parlamentarios. Un elevado número de posiciones políticas con baja cohesión y elevada atomización provoca un bloqueo institucional que, en sistemas presidencialistas como el ecuatoriano, deja al presidente con un margen de acción reducido. Asimismo, los acuerdos que podrían surgir dentro del Poder Legislativo por lo general dependen de situaciones particulares o especiales, guardando un carácter temporal e inestable.

Si a esa fragmentación del sistema se le añaden factores de polarización, el escenario puede volverse impredecible. La imposibilidad de cohesionar posturas entre los polos contrapuestos es sintomática de la misma fragmentación y división política. Al mismo tiempo, esa división se suele traducir en la idea de supresión —cuando no eliminación— del adversario político que, institucionalmente, se podría canalizar por el juicio político al presidente o la disolución de un Poder Legislativo adverso.

Ahora bien, para llegar a este punto parece necesario contar con un clima social también complejo. Los intentos de juicio político a Lasso estuvieron fogueados por sectores opositores de distintas fuerzas, pero también canalizados por una opinión pública crítica sobre la presidencia. Vale recordar que el presidente Guillermo Lasso cuenta con los niveles de aprobación más bajos de la región, lo que resta legitimidad a sus acciones e iniciativas de gobierno.

En el contexto descripto, la pregunta sería cómo hace un presidente para sobrellevar una situación tan compleja como adversa. La respuesta no es clara ni está predefinida, aunque tal vez tenga algo que ver con lo que el mismo Lasso sostuvo al argumentar la muerte cruzada y es que, en este momento, es preferible gobernar seis meses en el purgatorio y no padecer dos años en el infierno. ¿Será?

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