¡Petro lo hizo! Cuatro claves para entender la reapertura de fronteras entre Colombia y Venezuela

Luego de varios años sin relaciones, el nuevo gobierno de Colombia reestableció el contacto diplomático con Venezuela, alcanzando acuerdos para el tránsito fronterizo. Aquí ofrecemos algunas claves para analizar este acontecimiento

El presidente de Colombia, Gustavo Petro y el embajador de Venezuela, Félix Plasencia encabezaron el acto de apertura de la frontera binacional (26/09/2022)

La frontera entre Colombia y Venezuela fue reabierta el pasado lunes 26 de septiembre, luego de haber sido cerrada completamente en 2015. Históricamente esta ha sido una de las fronteras más importantes de la región sudamericana, llegando a alcanzar intercambios comerciales entre ambos países por prácticamente 8 mil millones de dólares.

Pero ¿bajo qué conceptos puede entenderse esta política de apertura luego de siete años de cierre total? Es posible distinguir al menos cuatro planos para el análisis. En primer lugar, el regreso de la estatalidad; segundo, la reactivación económica; el tercer plano corresponde a los desafíos sociales; mientras que el último está ligado, en términos amplios, a la política pensada por el gobierno colombiano, que pone en el centro a la relación estratégica regional.

Estos aspectos no constituyen fenómenos aislados. Todo lo contrario. Son como figuras de un tótem que se superponen unas a otras para dar paso a la creación de algo nuevo.

La cuestión estatal

Existen al menos dos factores que nos hacen pensar en la idea de un retorno a la estatalidad en la frontera entre Colombia y Venezuela. Por una parte, el cierre del paso internacional años atrás marcó el fin del tránsito legal de personas, mercancías, productos y servicios. Hubo una reorientación de las capacidades y esfuerzos estatales desde su rol como administrador del intercambio a otro encargado de evitarlo.

En segundo lugar, pero en estrecha relación con lo anterior, la imposibilidad del intercambio legal aumentó los incentivos para el crecimiento de mercados paralelos y rutas clandestinas de paso internacional. Rutas y conexiones cada vez más difíciles de contener por parte de un Estado negado a cooperar en ambas márgenes.

Con la reapertura vuelve a invertirse la ecuación. Se abre la posibilidad de restaurar lo que Michael Mann(1) nombró como poder autónomo del Estado en relación a la sociedad civil y los grupos de poder que en ella habitan. Tanto para Colombia como para Venezuela, la reapertura de la frontera supone la oportunidad de redirigir la capacidad estatal hacia la construcción de un nuevo poder infraestructural, capaz de abarcar eficazmente y proveer de bienes públicos a los habitantes de las regiones limítrofes. Asimismo, poner en funcionamiento cierto poder despótico (en palabras de Mann), para tomar medidas ante las organizaciones clandestinas que han emergido y proliferado durante los años de cierre acarreando conflictos y problemas de seguridad.

Una economía que se reactiva

Durante el acto de apertura de fronteras, el presidente colombiano Gustavo Petro señaló la importancia del acontecimiento al resaltar la necesidad de legalizar los flujos culturales y económicos, que redundarán en mejoras en materia de derechos humanos y aumento de la calidad de vida. Junto con la cuestión de la estatalidad, la reapertura comercial deja entrever una posible salida a la informalidad, desincentivando las acciones de los grupos ilegales armados y el crecimiento de las llamadas trochas o pasos irregulares.

Tanto la economía colombiana como la venezolana deben integrarse, manifestó Petro, permitiendo el ingreso de mayores beneficios económicos a través del intercambio comercial legal. En ese sentido, se espera que los flujos de mercancías, bienes y servicios alcancen una cifra de 4 mil millones de dólares hacia el final del actual gobierno colombiano.

La cuestión económica tiene una importante centralidad en todo el proceso. Si alguien ha vivido o ha conocido alguna vez la vida en la frontera (cualquiera que sea), es sencillo reconocer las interconexiones entre las poblaciones limítrofes. Una frontera siempre es un espacio vivo y una geografía de intercambio, cuestiones que tienen relación con el tercer punto que planteamos.

Desafíos sociales de la reapertura

Dos características deben tenerse en cuenta en este punto: la extensión y la porosidad de la frontera colombo-venezolana. En cuanto a la extensión, sus 2.200km la ubican entre las fronteras más vastas del continente, con todo lo que ello supone en términos de control, intercambio y gestión fronteriza.

Respecto a su porosidad, el límite entre ambos países se constituye como una franja permeable a los lazos comunitarios entre un margen y otro. Aquí debemos ser cautos. Al sostener la idea de lazos comunitarios no sólo nos referimos al plano económico y comercial, sino también a todo tipo de intercambio, acciones y omisiones sociales, culturales y demográficas por parte de los habitantes de estas regiones.

Una frontera porosa es aquella en la cual la integración se superpone a los conflictos. Es un límite internacional donde el comercio, la educación, la cultura, el delito, las fuerzas estatales, la salud, la seguridad, la pobreza, la desigualdad y un largo etcétera se yuxtaponen unos sobre otros como capas de sedimento capaz de reconfigurarse con el tiempo.

El desafío en este plano es alcanzar la apertura peatonal total. Lograr esto permitirá mejorar las condiciones sociales de las poblaciones a ambos lados: niños que asisten a clases de un lado u otro; enfermos que recurren a hospitales en ambas márgenes; trabajadores y comerciantes que realizan sus labores en estrecha relación con sus vecinos. El proceso será lento, pero debe seguir avanzando con firmeza.

Colombia mira a la región

Este último punto merece un breve, pero no menos importante comentario. La llegada de Petro al poder significó la puesta en funciones del primer gobierno autopercibido de izquierda en Colombia. Ya desde la campaña electoral, el actual mandatario instaló el problema de la frontera con Venezuela como una de las prioridades a resolver.

Este giro político puede ser visto, en un contexto más amplio, como una fase de la política exterior colombiana. Una política que decide marcar distancia de sus predecesores, cuestionar (al menos discursivamente) la relación con el norte global y poner en el centro las oportunidades que ofrece la integración y el afianzamiento de los lazos con la región sudamericana.

El mismo Petro, señalaba el 26 de septiembre la imposibilidad de cerrarle la puerta a nuestra propia casa. Colombia está pensando que es posible construir lazos regionales estables, y no sólo posible sino también beneficioso y necesario. En este sentido, se ha dado un importante primer paso, será momento de observar con atención aquellos que vendrán por delante.

Notas:

(1) Mann, M. (1991). El poder autónomo del Estado: sus orígenes, mecanismos y resultados. Zona Abierta, n° 57-58, Madrid, pp. 15-50.

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