El Sahara como alternativa a la crisis energética

Con el estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania, el mundo se ha visto inmerso en una implacable crisis energética que no parece próxima a resolverse en el corto plazo. Los países europeos, principales afectados, resaltan hoy en día la necesidad de independizarse de los suministros de gas rusos.

En este contexto, el continente africano ha aparecido, nuevamente, como una alternativa clara, no solo por su proximidad geográfica a Europa, sino también por la reserva de recursos que supone su territorio.

Gas natural

A pesar de que algunos países ya son exportadores de gas a Europa, la situación actual se muestra como una oportunidad para aumentar el porcentaje y relevancia en el esquema económico europeo. Ha habido, a lo largo de los años, distintos proyectos con el objetivo de lograr infraestructuras que permitieran posicionar a ciertos países como importantes socios comerciales a nivel energético.

A finales de julio del 2022, los ministros de Energía de Argelia, Níger y Nigeria han firmado una declaración de intención para la construcción de un gasoducto que atraviese el Sahara. A través de este, se trasladarían 30.000 millones de metros cúbicos de gas no licuado al año, desde Nigeria a Argelia para después ser exportado a los países europeos. Esta cifra es equivalente al consumo anual de España.

Energías renovables

Resulta aún más llamativo, sobre todo dentro del marco de la crisis climática y la Agenda 2030, el rol que podría ocupar el desierto del Sahara en la generación de energías renovables.

Solo por poner mínimamente en cuestión lo que la Agenda 2030 significa. Está fue firmada en el año 2015 por los 193 Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas, en lo que se conoce como el Acuerdo de París.  Su meta principal es alcanzar 17 objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para el año 2030, es decir, 15 años desde el momento de su firma. El objetivo número 7 promueve la “Energía Asequible y no contaminante” y el número 13, la “Acción por el Clima”, lo que se entiende como la adopción de “medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos” (ONU).

En este sentido, si el desierto del Sahara estuviese cubierto de paneles solares, podría producir 7000 veces la energía que Europa consume. Esto permitiría reducir la huella de carbono de muchos países, así también significaría una fuente económica y de desarrollo fundamental para un continente caracterizado por la pobreza y la inestabilidad.

Existen dos tipos de tecnologías que podrían ser utilizadas para generar energía solar en el desierto, cada una con sus ventajas y debilidades. Por un lado, la energía termosolar de concentración funciona a través de la concentración de la luz y calor solar en espejos y lentes para calentar agua y generar energía a través de turbinas de vapor. Sin embargo, la necesidad de contar con grandes cantidades de agua dificulta su implementación. Por otro lado, la energía fotovoltaica pareciera ser una alternativa a la anterior, ya que precisa de menores cantidades de agua y funciona incluso en días nublados. Su debilidad se haya en que es menos resistente y eficiente ante las altas temperaturas que se dan en el Sahara.

Multiplicidad de empresas han impulsado proyectos a fin de sacar provecho de estos recursos renovables del desierto. Noor Complex es la empresa más afianzada al día de hoy, con parte de su planta de Uarzazat, Marruecos, en funcionamiento para el mercado interno y la idea de exportar energía solar a Europa. (Para información sobre su progreso ver Marruecos: proyecto de energía solar Noor en la página oficial del Banco Mundial https://projects.bancomundial.org/es/projects-operations/project-detail/P131256?lang=es )

Las dificultades

La idea del Sahara como una opción energética ante la crisis tiene distintos obstáculos, tanto para la construcción del gasoducto como para la generación de energías renovables.

La cuestión económica y de financiamiento de los proyectos resulta ser una de las principales trabas, considerando la inestabilidad, pobreza y los conflictos socio-políticos que se han desarrollan histórica y actualmente en el continente africano. Asimismo, es necesario que las autoridades tengan la voluntad a nivel político de llevar adelante en la práctica estos distintos proyectos, lo cual implica la voluntad de acordar con los demás países, tanto de África como de Europa.  

A su vez, es necesario considerar las consecuencias medioambientales que se sucederían en el Sahara. La construcción de un gasoducto implica una gran obra de infraestructura que afectaría a la fauna y vegetación terrestre, a la calidad de las aguas marinas, así también contribuiría al efecto invernadero a través de la emisión de gases, entre otras cuestiones. Por su parte, los proyectos de energía solar a gran escala también podrían llegar a tener repercusiones en el medioambiente. Según un estudio realizado por la organización Science, la instalación de paneles podría alterar el equilibrio climático haciendo que aumenten las temperaturas y precipitaciones y que comience a crecer vegetación en el desierto cambiando por completo el ecosistema. Esto implica que la generación de energías renovables no es neutra para el medio ambiente, pudiendo tener consecuencias negativas y positivas según el caso y la perspectiva desde la cual se las analice.

Para concluir, queda claro que el Sahara representa una alternativa de suma importancia para la crisis energética que atraviesa el mundo y principalmente Europa, ofreciendo la energía convencional proveniente del gas natural, como la posibilidad de impulsar energías renovables que ayudarían a la consecución de los objetivos que todos los países tienen para el 2030 y a la lucha contra el cambio climático. El fomento de la generación y exportación de energía desde África, resulta ser, a su vez, una gran oportunidad de desarrollo y crecimiento económico y social para el continente.

Queda por analizar las consecuencias, tanto positivas como negativas, que puede llegar a tener esto para el medioambiente, así también las posibilidades reales en términos de financiamiento y voluntades políticas para lograr desarrollar los respectivos proyectos.

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